28 jul 2010

La nueva etiqueta energética

Pocas medidas en Europa han sido tan efectivas para mejorar la eficiencia de los aparatos como la etiqueta energética que acompaña desde 1992 a los electrodomésticos. Tanto que la UE ha ampliado su uso para otros productos (como televisores, ventanas o neumáticos) y ha tenido a la vez que cambiarla para adaptarla a los grandes avances en la reducción de consumo de frigoríficos, lavadoras o lavavajillas. La letra A que marcaba la mejor opción en los años 90 ha sido ampliamente superada por la tecnología en algunos equipos.
De hecho, desde este 1 de julio ya no está ni siquiera permitido sacar al mercado frigoríficos o congeladores con una eficiencia inferior a la clase A. En realidad, era ya difícil encontrarlos.

Con la nueva etiqueta energética aprobado de forma reciente por la UE, ahora la máxima categoría en baja consumo para un aparato será A+++ (lo que se pronuncia A plus, plus, plus). Esta es una de las novedades de un sector, el de los electrodomésticos, que se ha convertido en un ejemplo de innovación tecnológica en eficiencia y que investiga ahora también en otros campos interesantes, como la posibilidad de que el propio operador del sistema eléctrico desconecte o reduzca a distancia la potencia de los electrodomésticos de los particulares cuando suba mucho el consumo. Con todo, surgen algunas preguntas: ¿Cuál ha sido la verdadera responsabilidad de la etiqueta en estos avances? ¿Cuánto más se puede aumentar la eficiencia de estos electrodomésticos? ¿Hasta qué punto estas mejoras sirven para reducir el consumo de las familias?
En la nueva etiqueta energética, que los países europeos deberán ir incorporando, se introduce más información y se añade a la escala de letras existente tres categorías más: A+, A++ y A+++. Las dos primeras ya se utilizaban para frigoríficos y congeladores domésticos, pero se incluye una tercera. Además, la idea es que para cada tipo de aparato la etiqueta incluya sólo las siete categorías más eficientes disponibles, adaptándose a su vez los colores (el verde oscuro para la clase más eficiente y el rojo para la que menos). Suena bastante raro tener que recitar tanto “plus” para referirse a un frigorífico, pero ésta ha sido la solución finalmente elegida en la UE tras un largo debate de más de un año en el que se rechazó el reescalado de las letras actuales y otro tipo de clasificaciones en las que se introducían números (cuyo valor iba aumentando según mejoraba el índice de eficiencia).
“Los fabricantes no queríamos un reescalado, hubiera sido una hecatombe que de la noche a la mañana un aparato A+ de última tecnología pasara de pronto a ser de clase B ó C”, incide Alberto Zapatero, director general de la Asociación Nacional de Fabricantes e Importadores de Electrodomésticos de Línea Blanca (Anfel). “Dentro de lo malo, lo que ha salido es lo mejor”, comenta por su parte Evangelina Nucete, técnico de eficiencia energética de la organización ecologista WWF España, que considera que para que el sistema siga siendo efectivo se debían mantener las letras a las que ya está acostumbrado el consumidor.
Aunque todo esto puede volver a cambiar: Esta nueva etiqueta deberá ser revisada en 2014 y tendrá que ser modificada si antes de esa fecha al menos una tercera parte de los productos de cualquier segmento comercial están ya dentro de las categorías A++ y A+++. Esto tampoco sería tan extraño, visto lo ocurrido con algunos electrodomésticos. Como detalla José Ángel Rupérez, responsable de Medio Ambiente de BSH Electrodomésticos España, una de sus lavadoras de 1994 consumía 0,26 kWh y 10 litros de agua por kilo de ropa lavada a 60º, una actual gasta 0,13 kWh y 7 litros. Según explica, estas reducciones son similares en el conjunto de los fabricantes. Así lo refleja también un informe del Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea, “Electricity Consumption and Efficiency Trends in European Union”, que señala que el 96,7% de las lavadoras vendidas en la UE de los 15 entre los años 2002 y 2007 correspondían ya a la clase A ó A+. “Nosotros tenemos ahora lavadoras que consumen un 30% menos que una clase A y secadoras que gastan un 50% menos que una clase A”, indice Rupérez.
¿Se puede atribuir este significativo avance de los electrodomésticos a la etiqueta energética? Lo cierto es que resulta determinante que el consumidor disponga de información fiable de los productos para poder elegir bien. Sin embargo, el efecto no hubiese sido tan importante sin las ayudas dadas por las administraciones para la compra de equipos más eficientes, con los llamados Plan Renove de electrodomésticos. “Al principio, ni los tenderos sabían interpretar la etiqueta, pero con estos planes Renove ahora se ha tomado más conciencia y resulta un factor cada vez más decisivo en la compra”, incide Zapatero. En esto está también de acuerdo la experta en eficiencia de la organización ecologista WWF, aunque con un matiz. “En España sí han sido claves las ayudas, pero no tanto en el conjunto de Europa”, comenta Nucete. “La etiqueta ha sido un enorme éxito por su sencillez y ha tenido tanto éxito que ha colapsado”.
Sea lo que fuere, lo que está claro es que tener un producto más eficiente se ha convertido en estos sectores en un factor para vender más y esto ha espoleado la innovación tecnológica de las empresas. ¿Cuánto más se puede mejorar estos aparatos? Como destaca el representante de la empresa BSH, hay ya electrodomésticos en los que se piensa que se está tocando techo, pues el margen de mejora resulta cada vez más costoso, aunque también puede producirse un cambio tecnológico que baje de pronto el consumo. “Es lo que ha pasado en iluminación con la aparición de los LED”.
En el caso de BSH, también participa con otras marcas e Iberdrola en el proyecto de investigación GAD (Gestión Activa de la Demanda) para optimizar el consumo eléctrico en los hogares. Aquí no se trata de mejorar la eficiencia del aparato, sino del conjunto del sistema eléctrico para evitar las puntas de mayor consumo (en las que suele ser necesario recurrir a centrales eléctricas más contaminantes). Para ello se trabaja en protocolos de comunicación y dispositivos que permitan apagar a distancia o reducir la potencia de los electrodomésticos por los operadores del sistema en momentos de mayor demanda o en función de distintas tarifas. “Es más complicado de lo que parece, pero en el futuro se va a poder actuar directamente sobre millones de aparatos de nuestras casas”, incide Rupérez.

Antes que eso, todavía se puede investigar cómo reducir más el consumo de estos aparatos y seguir sustituyéndolos por los equipos más antiguos y derrochadores que todavía hay en las casas. “En España sólo un 43% de los hogares tiene lavavajillas, los españoles todavía son reacios a utilizar este electrodoméstico, cuando en realidad consume menos agua y energía que fregando a mano”, destaca Zapatero.
Con todo, la gran pregunta es: ¿Hasta qué punto estas mejoras sirven para reducir el consumo de las familias? El tener un frigorífico de máxima eficiencia puede servir de poco si luego se coloca al lado de un horno o si no se dejan de abrir sus puertas de forma permanente. Como incide Nucete, aunque los electrodomésticos que entran en las casas son cada vez más eficientes, la curva de consumo de energía de los hogares no había dejado de aumentar desde 1990 hasta los últimos años, en los que se han juntado temperaturas más cálidas y la crisis económica. “Hay que invertir en eficiencia, por supuesto, pero también hay que reducir el consumo para evitar el efecto rebote, nuestras casas se están llenando de todo tipo de aparatos”, incide la técnico en eficiencia de WWF. "Entre 1990 y 2008, los usos eléctricos en los hogares han aumentado un 40% mientras que los térmicos lo han hecho en un 13%".



*Fuente: ECOLAB - Clemente Álvarez - 07 de Julio de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario